Es anterior al de la disciplina prehistórica, cuando los primeros exploradores del pasado se consagraron al estudio de los grandes monumentos de la Antigüedad clásica, el antiguo Egipto y el Próximo Oriente, o, si no disponían de tan espectaculares vestigios, se dedicaron al coleccionismo de antigüedades. Ambas tendencias contribuyeron al nacimiento de la arqueología precientífica, al desarrollo del método de excavación y reconstrucción, al conocimiento de la estratigrafía y a la creación de sistemas de clasificación de artefactos.

Lo cierto es que durante toda su existencia, el ser humano ha sido consciente de que tenía un origen, de que había nacido en algún momento del pasado: todos los pueblos, primitivos o no, tienen tradiciones sobre su propia creación. Curiosamente, algunos, como los griegos o los hebreos, ven en ésta al ser humano como una degeneración de un modelo superior, una entidad divina de la que el hombre sería una pobre imitación decadente o impura.
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